lunes, 7 de febrero de 2011

Naturaleza monoica

monoico, ca. (De mono- y el gr. οκος, casa). 1. adj. Bot. Dicho de una planta: Que tiene separadas las flores de cada sexo, pero en un mismo pie.

La casa, el tronco, el pie, naturaleza en supervivencia
huellas
tiempo
aire
cables y electricidad
espejos, espantos
llévame contigo a donde sea
lluvia
asociación distante
noches inútiles
imagen
él árbol,cable
mueve el lente
delante el retrovisor
naturaleza superviviente
bórralo todo y sigue la __________________ _ _ _ _ _

 Vanessa Márquez

sábado, 8 de enero de 2011

En el camino...

Con el permiso o sin él de los fotógrafos profesionales y autorizados.

Estas fotografías no tienen nada de artístico en cuanto a técnicas, posiciones o modelos, en realidad su única belleza, al menos así lo creo, es la imagen que reflejan y la carga de significación, que para mí, insisto, ha tenido durante los últimos cuatro años (entre 2007 y 2010).
 
La imagen de este árbol, cuyo nombre averigüé en algún momento y ahora no puedo recordar, ha tenido cientos de formas, algunas veces semejante a un pulmón enfermo y agujereado, otras a un corazón humano luchando por sobrevivir, otras tantas a un enorme palo seco a punto de caer, y nada más. Esta última imagen es seguramente la que tienen todos aquellos que transitan diariamente por la carretera Panamericana entre Guayabones y Arapuey (Estado Mérida), a quienes el paisaje les es más que cotidiano. 

Digo que estas fotografías, siempre digitales, nunca impresas, no tienen nada artístico si hablamos técnicamente; sin embargo, él, el árbol, ha estado ahí, incluso en las épocas más intensas de vientos, calor y lluvias torrenciales, con su copa poco poblada, con el tronco quemado, estropeado, guarida de una inimaginable cantidad de bichitos.

Él, el árbol, ha estado de pie, como un modelo fiel (ojalá que permanezca de este modo por algún tiempo más), esperando a que cualquiera pase elevando la mirada y note su presencia, poco imponente ya, a pesar de su tamaño, por el monte abundante del potrero donde habita. 

Yo he sido uno de esos pares de ojos que buscando entretenerse han volcado la mirada más allá del retrovisor, han sacado la cabeza por la ventana del carro en movimiento y velozmente han disparado el flash de la cámara.

Él, el árbol, entre los meses de octubre y diciembre se pone guantes de hojas verdes en las ramas inferiores, supongo yo que así disimula un poco esos accesorios que poco le lucen rodeándolo y enredándolo. Me refiero a los cables de luz y teléfono.

Es seguro que él, el árbol, no tiene ni idea de todo esto, menos de que es  modelo de todos ustedes y será objeto de comentarios. Tampoco debe saber, y espero que no, que los vecinos del potrero que él habita han hecho plan para «modernizar» el cableado, por tanto pronto será desalojado de la orilla de la carretera.


Fotografías y texto
Vanessa Márquez      

sábado, 1 de enero de 2011

Adagio para dos cuerpos

[Ejercicio de escritura a partir del Adagio del Concierto en Do Mayor para violonchelo y orquesta de Joseph Haydn]



---Respirar---Respirar…, un domingo sin pellejo, plácido en su desnudez, retrasado en su soledad…, rodar, entregar cada apetito al descenso, a la suspensión del dedo clavado en la carne. En la carne sonora del mediodía que no se agita pero tampoco duerme. No dejar de respirar…, no más aire, tragar por la nariz sonidos, como si fueran mangos maduros y volver al descenso del dedo clavado en la carne…, parecen como dos clavados en uno, nunca iguales…, voces unas contra otras rompiendo la unidad, haciendo el conjunto…, la tensión dilata el misterio bajito el mago de carne amarilla y no hay viento que ahí viene también rodando el misterio otra vez en la carne amarilla del mango…, se llena todo el espacio ---Empujar---Empujar y ---respirar…, hacer silueta en el otro que nos sostiene…, también hay que trepar…, desde abajo o desde arriba, esto no es un árbol…, se contonea, se moviliza en su ligereza y uno tantea cuanta textura ofrecen …, existe un momento donde vibra el domingo pero en secreto vibra porque el dedo en la carne sí se agita…, y rápido…, subo y bajo mientras me miran con los poros que se ahogan, un poco de atención y el sonido del hundirse del dedo en el mango de la carne habla, hablar furioso como un pulso majestuoso sin desgarros o cuchillos no puede ser uno…, ni transformarse en el otro siempre conjunto individualidades haciendo la danza el sudor de uno sobre el pecho dos pozos de semen que como lobos en jauría luchan amparados en el mismo hueco que se hace y toda la piel arde en esas dentadas que es circundar al otro, mirar sus espacios, con la respiración hurgar sus espacios y dejar hacer lo mismo eso es como un giro en el aire sin soltar el dedo en la carne amarilla del mago un rompecabezas de músculos y repetir ese movimiento pausando o apretando el ritmo según lo indique la temperatura que transmita el ardor…, mutuo transitar nota tras nota, descifrando la tonalidad compleja,  la que no dibuja con claridad la partitura, esa misma partitura que todos conocemos en la memoria de una erección, toda la sangre que corre al mismo punto, que se agolpa con sus lobos esperando, la melodía habla de la repetición de este encuentro…, una pierna, como gritando se libera y nos canta esa melodía, es digna de admirar la tosquedad de su fraseo y ahí vamos sin el corazón de botuto aunque trazamos espirales de apretones y jadeos…, otra vez la jauría palpita y el pecho se hace cuenco…, hay tanto drama en una boca mordida sin sangre, toda acontece en el mismo lugar que acá son dos…, dirige la respiración, uno va y viene a su ritmo, enlaza uno su melodía con la no igual, la melodía del músculo partitura con la otra más oculta, donde vive el misterio del otro que junto a uno ejecuta este adagio para violonchelo y orquesta…, fruta y boca…, para dos cuerpos.

Eric Urriola

Para leer más de este autor: http://dosvecesr.blogspot.com/

martes, 28 de diciembre de 2010

Tarde de hastío a dúo —a cuatro manos—

… ¿Ahí?, ¿qué van a pensar?
Un gesto extraño tal vez, no sé
En las calles el culto al mal gusto está de moda
¿Qué le pasa a ese hombre?
¿Qué hombre?
Aquél de allá
¿no ves que es deforme?
Nadie pidió flores
El café me hace doler la cabeza
Siempre te duele
Está frío y amargo
¿El café o tu piel?
No, tu piel siempre es helada como la mirada de aquella gallina colgando de un palo a pleno mediodía en el hombro de ese viejo
¿No te huele a crisantemos?, las flores que nunca pediste
Claro, las flores que nunca pedí
¡Cómo quisiera acompañarte!
Creí no debías hacerlo
Ves las gallinas, ves como languidecen con la sangre amontonada en la cabeza
Están en trance hacia la muerte
Huele a fritanga repugnante y provocativa
Me gusta más el sonido del hielo triturado, teñido de colores, el sabor de la leche
¿Cuál? ¿El sabor de la mía? 
No lo recuerdo, quizás sabe mejor la del deforme
¿Qué más ves?
Yo no veo, siempre nos están mirando con esa expresión de saber que los extraños somos nosotros
¿Y acaso no lo somos?
Tú y yo en una sola palabra: delirio
Se ríen, cansados del diálogo, ahora en silencio escuchan las voces
En el fondo vacío
de frente el vacío
entre ellos la niebla de la tarde.

Vanessa Márquez / Eric Urriola

martes, 23 de noviembre de 2010

Se escribe con c


Desde las paredes la insolación
saca su cuenta mientras con
su lengua
     madrugada
la platabanda cruje
un hombre desnudo espera mi abrazo
lleno de odio
            que lo expulse sin
                        dar vuelta a la llave
creo es fiebre de lo que padece

Me gusta mi cuerpo
            escrito con c de insolación
bajo techo con el ánimo no tan lluvioso

Muerde la campechana si se le
molesta sobre todo cuando se tienen
cuatro años
          se nos abre una brasa
                       diminuta
las ratas y los libros son del mismo bando

No hay que vaciarse
los temores
          esa vaina no es combustible
la caldera está encendida
¿lo notaron?
también se escribe con c de insolación
los testículos se sancochan
el hedor corre por los pasillos
               busca refugio en los labios
               y el aire se vuelve salitre de poros

Sobre los muebles de mimbre
se derriten los nombres de quienes nos visitan

Coordenadas del fuego
vereda siete sector uno número diecinueve
hay que hacerse un vestido con los pelos del perro

Una mañana es cóncava
                                 Los pies de la c hacia arriba
recibe con agrado lo que traemos
encorvado su lomo la c no recibe nada
quema eso sí     siempre quema
hogar del verano
abriéndome surcos en las yemas de los dedos
tantos años escarbando su costra
                          la casa


Eric Urriola
Para leer más de este autor: http://dosvecesr.blogspot.com/