martes, 28 de diciembre de 2010

Tarde de hastío a dúo —a cuatro manos—

… ¿Ahí?, ¿qué van a pensar?
Un gesto extraño tal vez, no sé
En las calles el culto al mal gusto está de moda
¿Qué le pasa a ese hombre?
¿Qué hombre?
Aquél de allá
¿no ves que es deforme?
Nadie pidió flores
El café me hace doler la cabeza
Siempre te duele
Está frío y amargo
¿El café o tu piel?
No, tu piel siempre es helada como la mirada de aquella gallina colgando de un palo a pleno mediodía en el hombro de ese viejo
¿No te huele a crisantemos?, las flores que nunca pediste
Claro, las flores que nunca pedí
¡Cómo quisiera acompañarte!
Creí no debías hacerlo
Ves las gallinas, ves como languidecen con la sangre amontonada en la cabeza
Están en trance hacia la muerte
Huele a fritanga repugnante y provocativa
Me gusta más el sonido del hielo triturado, teñido de colores, el sabor de la leche
¿Cuál? ¿El sabor de la mía? 
No lo recuerdo, quizás sabe mejor la del deforme
¿Qué más ves?
Yo no veo, siempre nos están mirando con esa expresión de saber que los extraños somos nosotros
¿Y acaso no lo somos?
Tú y yo en una sola palabra: delirio
Se ríen, cansados del diálogo, ahora en silencio escuchan las voces
En el fondo vacío
de frente el vacío
entre ellos la niebla de la tarde.

Vanessa Márquez / Eric Urriola